Toledo bien merece más de 24 horas

Ya sea para conocer su barrio judío, las obras de El Greco, las ambientaciones de la Casa de Papel o lanzarse en tirolina, Toledo suele ser una excursión de ida y vuelta en el día desde Madrid. Pero hay muchas razones para quedarse, por lo menos una noche.

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

La vida de Eugenia de Montijo en un hotel

Una de ellas es la posibilidad de poder revivir el carácter y la vida de Eugenia de Montijo en el hotel boutique que lleva su nombre. Su fachada y estructura principal, de estilo renacentista, datan del siglo XVI, aunque en él se han encontrado vestigios de construcciones y usos anteriores del siglo II a.C., del siglo I d.C. y del s. XV. En sus estancias podemos de la ilustre mujer a la que debe su nombre.

Eugenia, una mujer fuerte, con carácter y adelantada a su tiempo y de singular belleza (de cabello rojizo y ojos azules) nos da la bienvenida a través del gran tapiz de cristales bordados con su retrato que preside la recepción. Aquí encontramos varias reminiscencias de su pasión por la moda tanto en el mostrador (con detalles que recuerdan a las plumas de los vestidos de la época) como en las lámparas (la interpretación de un collar de perlas realizado por un pequeño artesano de Madrid) y los apliques, con forma de corsé. Aquí destaca además un imponente artesonado de madera policromada originario del siglo XIX.

El lobby del hotel, con suelos de mármol, columnas y un gran lucernario de vidrio emplomado al estilo de los grandes hoteles de principios del XIX, representa la época dorada de Eugenia de Montijo en la corte de París: las veladas de Compegnie, las fiestas y recepciones en el Palacio del Elíseo, los conciertos en Las Tullerías y los veranos en Biarritz. En este hall, lleno de luz, vuelven a aparecer alusiones a sus gustos estéticos. Predomina, en las mesas y textiles, el azul turquesa, el color favorito de Eugenia de Montijo y el que inspiró a Charles L. Tiffany en la elección del icónico color de su marca tras ver un retrato de la emperatriz luciendo un vestido de este tono.

En las estancias comunes destaca también la monumental barra, presidida por una moderna representación de Eugenia de Montijo, con sus característicos rasgos faciales pero enfundada en un traje masculino y en una pose que recuerda a una de las fotografías más míticas de la gran diva del cine Marlene Dietrich. Aquí podemos disfrutar de cócteles clásicos, destilados de kilómetro cero (crema de mazapán, licor de tomillo y la ginebra artesana 1085, hecha en Toledo) y combinados de creación propia como el 3C, a base tres cítricos (pomelo naranja y lima), o el Eugenia de Montijo (con naranja), en los que se hace alusión a la predilección por los sabores dulces de la emperatriz.

Las 40 habitaciones del hotel están equipadas con duchas de aromaterapia y están decoradas al estilo francés con doseles, tapicerías, mobiliario clásico y grabados de pintores toledanos en los que la temática predominante son Eugenia de Montijo y la ciudad de Toledo. Y para hacer deporte o relajarnos, entre excursión y excursión, podemos acudir al gimnasio o al spa con cuatro cabinas de masajes (una de ellas doble) y un circuito termal desde el que pueden verse los arcos del palacio gótico-mudéjar que fue el edificio en el siglo XV y una parte del alcantarillado romano que pasó bajo sus cimientos en el siglo I.

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

Por lo que respecta la oferta gastronómica, los desayunos se sirven en formato bufé e incluyen zumos naturales y frutas frescas de temporada, embutidos y quesos locales, panes artesanos de un obrador de Toledo, repostería casera, huevos al gusto y cafés ecológicos en cápsulas biodegradables. El área donde se sirven recrea el vestidor de la emperatriz mediante espejos, biombos, pamelas y un bonito papel pintado de temática paisajista que hace referencia a su afición por la cacería. En homenaje al carácter goloso de Eugenia de Montijo se ha colocado además un marzapán corner en el que pueden degustarse o adquirirse macarons –el clásico francés hecho con almendras toledanas- y mazapanes de Santo Tomé.

El hotel alberga además un restaurante abierto al público (cuenta con una entrada independiente desde la calle) que lleva el nombre en castellano del que fuera el diseñador de cabecera de la emperatriz: el inglés Charles Frederich Worth. La decoración está dedicada a él, quien tomó a la emperatriz como musa. Con un cierto aire de club británico, en él predomina el verde british racing de las paredes, en contraste con los alfarjes policromados del techo. En la carta cobra protagonismo el producto de la zona en recetas tradicionales, como el estofado de perdiz y en platos más modernos y viajeros pero con guiños a la gastronomía toledana, como el bao de carrilera de cerdo.

Una parada gastronómica imprescindible

Otra razón por la que merece estar más de 24 horas en Toledo es gastronómica y enológica, ya que en esta ciudad se encuentra el Restaurante Adolfo, cuya bodega, con 32.000 botellas de vinos y 2.300 referencias, es una de las mejores de España. Suelen organizar visitas y catas privadas, previo acuerdo.

Situado entre las calles de la Granada y Nuncio, donde se cuenta que Cervantes se inspiró para su Don Quijote, el restaurante dispone de cuatro salones en los que encontramos telares, policromías del siglo XV, cuadros, cerámicas… y hasta una pequeña librería con ejemplares únicos dedicados a la gastronomía.

La carta está protagonizada por buen producto de la tierra manchega bien ejecutado, como la perdiz y otros platos de caza, pero también podemos saborear recetas de pescado y postres sorprendentes, donde no faltan las perlas de mazapán. Además, para la sobremesa de las cenas, dispone de un rooftop con vistas privilegiadas a la Catedral.

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

Toledo Desconocida

Desde 2004, el Consorcio de la Ciudad de Toledo ha puesto en marcha las Rutas “Patrimonio Desconocido”, por lo que si queremos conocer también esta otra faceta de esta Ciudad Patrimonio de la Humanidad, necesitaremos más horas de las habituales.

Una de sus joyas es La Casa del Judío, que según cuenta la leyenda, perteneció al judío Ishaq, quien prestó dinero a la reina Isabel la Católica a cambio de sus joyas para financiar el viaje en el que se produciría el descubrimiento de América. Sus mayores atractivos son el patio, que conserva multitud de yeserías, y el sótano que posiblemente fuera un baño litúrgico judío o miqva, cuya función era la purificación espiritual y preparación para algún suceso importante en la vida de un judío. Durante su restauración se han descubierto en estancias adyacentes enfoscados hidráulicos a la almagra y un aljibem que ayudan a apoyar la teoría sobre su uso.

Otro elemento de gran relevancia es una pieza de madera utilizada como parte superior de acceso al sótano, en la que se observa el trabajo de tallado con motivos florales, a base de tímpanos y roleos, acompañando un repertorio epigráfico cuya transcripción dice: “Gracias Te doy, porque me has respondido”; texto relacionado con el versículos 21 del salmo 18, que da la bienvenida a todos aquellos fieles y puros al interior de la casa.

Anuncio publicitario